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Profesor David Altman analiza la baja popularidad de los presidentes latinoamericanos en La Segunda

En reciente entrevista para el diario La Segunda, el profesor David Altman analiza la baja popularidad de los presidentes latinoamericanos. La Presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, llegó al 10% de aprobación según la encuestadora Data‐ folha. Su par peruano, Ollanta Humala, cayó al 10%. La Mandataria chilena, Michelle Bachelet ronda el 27%. Mientras en Colombia Juan Manuel Santos que tenía sobre el 45% a principios del año pasado, hoy pelea entre el 25% y el 29%. David Altman, uruguayo, Doctor (PhD) en Ciencia Política, University of Notre Dame, EE.UU. y profesor de ciencia política en la Universidad Católica se refiere a este fenómeno regional. 

— ¿Qué pasa con los Presidentes?

— Hay que tener cuidado, porque son algunos. Muchos de los fenómenos que estamos viendo son coyunturales con lo que está pasando en los países. Quizás los astros se alinearon y es una mera casualidad. No sé si esto da para decir que hay una ola latinoamericana de baja aceptación presidencial. Hay otros que no están mal.

— Claro, como Cristina K que tiene un piso de 25%, Evo Morales un 50%...

— Y Tabaré Vázquez sobre el 50%.

— ¿Pero a qué se debe que en algunos países haya Presidentes con baja popularidad? ¿Hartazgo ciudadano?

— Es que una desafección puede venir por muchos lados. La desafección es decir "que son todos unos corruptos y unos ladrones y quieren sólo adinerarse" o la otra que dice "este Presidente es un chanta y lo quiero cambiar por otro porque este otro es mucho mejor". Son fenómenos distintos. 

 

— ¿Y Chile qué es lo que pasa?

— Chile es uno de los casos más preocupantes ya que hay una suerte de hartazgo. No quiero decir el "que se vayan todos" que en Argentina ya vivió. En las encuestas de opinión pública te diría que la Presidenta (Bachelet) es lo mejor del sistema político... y así le está yendo. La desconfianza en el Parlamento, los partidos y algunas instituciones es terrible. No creo que esto pase con Santos (Colombia). El problema de Santos es una negociación política en un conflicto interno, pero no es que la gente esté totalmente asqueada con la política. Son fenómenos distintos.

— Lo de Brasil se parece más...

—Sí, posiblemente. El tema de Dilma, Petrobras y la corrupción. Pero Dilma también tiene otro problema: que tuvo de antecesor a Lula. Y Lula estuvo en un momento maravilloso para la economía y para la política brasileña y mantuvo todos estos escándalos bien tapaditos, algunos quizás sabiéndolos y otros posiblemente sin ni siquiera conocerlos.

— ¿Entonces la caída en la popularidad circunstancial en la región?

— En algunos países esto es más estructural. Es más peligroso. Una es una caída circunstancial de un Presidente por una "X" cuestión política, y otras, y creo que el caso chileno, donde estructuralmente hay una desafección. No es porque hay más desempleo, no porque la economía no está tan bien como antes, sino por millones de razones.

— ¿Cómo cuáles?

— Acá las encuestas reflejan una suerte de desánimo, de frustración. No con una política nada más, por ejemplo... Puedes meter, educación, salud, seguridad, impuestos, reforma electoral. Puedes meter lo que quieras. 

 

— ¿El chileno se aburrió?

—Yo creo que veníamos muy bien y hubo un momento que comenzaron a surgir estos casos y el castillo de naipes empezó a caer lentamente. Nosotros hace muchos años que venimos diciendo "ojo con la institucionalidad chilena". Chile no tiene una institucionalidad que esté preparada para momentos de estrés. Chile no tiene una institucionalidad diseñada para el estrés. Tiene una institucionalidad diseñada para el éxito. Si no tienes éxito, todo se complica.

 

— ¿No se vio que se venía?

—Quizás la gente no quiso verlo. Una de las cosas que en Ciencia Política es muy importante es el anclaje social de los partidos políticos para que el sistema funcione. Y el propio sistema electoral como estaba dise‐ ñado, el que tenemos hasta el día de hoy, no permite la acción colectiva de los partidos. Acá es el sálvese quien pueda. El parlamentario tiene que conseguir como sea la plata para hacer la campaña. Y si tiene que hacer boletas ideológicamente falsas... Bueno tenemos todo el abanico político, desde la ultraderecha hasta la ultraizquierda haciéndolo porque el sistema los llevó a eso.

— ¿Y qué país soporta este estrés?

— No lo digo porque soy uruguayo, pero creo que Uruguay es un país que está bien diseñado para el estrés. Allá si hay algo que como ciudadano hay una política que realmente te ofende o te ofusca, o hay una política que es altamente impopular, se juntan las firmas y se cambia y se manda a guardar la ley que es mala. Y eso es un derecho constitucional. El referéndum contra la ley.

— ¡Cómo los suizos!

— ¡Exactamente! Como los suizos. Uruguay copió en gran medida a principios del siglo XX muchas de las instituciones suizas, entre ellas, la democracia directa. Y quiera o no, para bien o para mal, es la válvula de la olla a presión. Te permite sacar la presión. Si no te gusta algo, bueno junta firmas y si ganaste la elección ganaste. Y si perdiste, perdiste y te callaste. Es una institución que descomprime el conflicto social. 



Leer entrevista aquí 



Fuente: La Segunda / 7 de julio 2015